8/10/08


Me llamo Cristóbal y hay cosas que creo indispensables en la vida, una de ellas es comenzar siempre por decir un nombre, Cristóbal y punto, sardina, Valeria y punto, si bien, Cristóbal, sardina y Valeria no llegarán a ser nunca lo que señalamos con ese nombre, siempre vive un comienzo para algo que existe, el comienzo para llegar a la mentira, a la verdad, a los intermedios de la verdad y la mentira o a lo que no existe, ahora, en este instante puedo decir puesta de sol y denotar con ello el resultado ineludible del movimiento rotatorio de la tierra, sin embargo no hay una mentira más evidente que decir puesta de sol, hombre, evolución, razón… todo lo que generaliza y subalterna.
Por eso comienzo por decir puesta de sol, nombro, pero al mismo tiempo que nombro desvirtúo, y digo duelo, esta condición es más adecuada en mi propia verdad de sol en la tarde en que la cámara fotográfica ha disparado municiones de luz luchando por imágenes que me complacen solo a mí, la única regla es un hedonismo fotográfico, el placer que está en el hecho de ignorar la técnica fotográfica y de contar con una pésima cámara y sin embargo decir que puedo entablar un duelo con el sol, arrogarme su intimidad de astro, decir que solo estamos él, yo, la última foto del rollo y una perspectiva que solo se ofrece o me complace a 10 minutos de camino arriba, el juego del duelo, su sentido y regla, es que debo llegar al lugar de la perspectiva antes de que el sol brinque al otro hemisferio y creo que esto ocurrirá en muy poco tiempo, mi primer paso y el duelo queda pactado, estoy en una vereda que se llama La Mediación la perspectiva esta en el intermedio de esta vereda y otra que se llama Morritos, le doy al sol mi espalda, me cae en gracia la idea de vencer al sol en un duelo y me aterra lo que me podrá pasar si pierdo, apresuro el paso no veo el sol pero advierto su tenue presencia en el color azafrán de la montaña de enfrente, la carretera, una curva, la perspectiva en la siguiente, el duelo, gritos de niño, Orlando llorando junto al cadáver de su padre, el sol proyecta su último rayo que va desapareciendo al mismo tiempo que desaparecen los asesinos en una Toyota 4.5. El sol, mi duelo el duelo de todos. Perder en un duelo con el sol.

3 comentarios:

lopez dijo...

realmente es impresionante lo que se puede lograr con este cuento,quedo estupefacto al leerlo y llenarme de esas imagenes me conmueve,solo agradezco el publicarlo, para ver la barbarie expuesta en un frenesi de letras desgarradoras

Anónimo dijo...

¿Doña Muerte tomando fotos en Morritos?

Diego dijo...

Te presentaste hace poco en mi blog y ahora es mi turno de agradecértelo, porque ahora me paseo por el tuyo y me encuentro con este texto estupendo, este monólogo demoledor. Siempre me alegra encontrar buena literatura. Te añadiré a mis blogs. Un abrazo.