23/9/08

FELIPE LOPEZ


VENTANA

Me veras como aquel que busca espíritus en la ventana,
Soplando oscilaciones de humo gravitando en mi nariz,
Puedo tener halitosis de desencanto en mis hendiduras,
Puedo escupir alucinaciones deshojando margaritas,
Mientras tanto, el barco tanático por tus labios me entierra,
como un collage de infinitos espejos antiguos.

Me veras como aquel que busca espanta pájaros en la ventana
Abrazando un batallón de ciervos en combates silenciosos,
empalado de risas infantiles con la pilatuna del miedo,
mas un hongo reivindicara el cuaderno que perdí en primaria
y un hervidero de ecos retumba cada hora,
anunciando que la silla eléctrica espera un pensamiento muerto.

soy reo de relojes muertos entre juguetes manchados
anidando el ultimo muñeco bajo la sombra turbia de mi lecho;
(¿ El ratón cabalgando almohadas me devolverá mis dientes?)

ya la antorcha se apaga con la tiza del tiempo,
como un moho invadiendo jeroglíficos melancólicos,
como una ventana que se derrite buscando infancia,
como esa campana eructando decibeles funerarios.

La oscuridad ha dejado de ser temor
para ser una inmensa linterna de adultez,
ya es el juego a las escondidas de la muerte;
(¿Dónde queda el caballito de madera del recreo?)
Los sueños ya no bajan de una chimenea
Es el trineo rojo que se pega un tiro en la memoria
Con el Cromático vaivén de las luces en los balcones.

Me veras como aquel que busca bombitas de jabón en la ventana
En la iracunda explosión de la invisibilidad de una ilusión,
ya me levanto del ataúd de corbata,
y el barco de papel se la llevan mis lagrimas,
con esa niebla tragándose los salones en fotos,
y esos cuadernos haciendo fragatas al basural,
y esas canicas cartografiando nubes en la tierra empantanada,
y esas baldosas estampado hogueras de zapatillas,
y esa ventana que se cierra en mi boca para siempre.

16/9/08

SANDRA MARCELA GOMEZ

Me he convertido en una poeta maldita
la que patea al destino
y le escupe con fuerza
hoy no soy buena, ni noble, ni bella
hoy soy sólo la Plath de mi historia
la que no se desgasta más en palabras altruistas y románticas,
la que aún no sabe para donde va
pero va trazando sinuosidades
Hoy soy sólo
puños apretados
y maldiciones al viento
Hoy sólo soy
la ponzoña del escorpión,
que desea matarte.

9/9/08

Leandro Loaiza Largo



DIÁSTOLE

Una mañana despertó escuchando el horrible latido de su corazón, sabía que tenía uno y que sin mayores dificultades había trabajado bien hasta sus treinta años de vida, pero jamás lo había podido escuchar con tal claridad, palpitaba en sus oídos con un estruendo idéntico al de un bombo, caminó despacio hacia la cocina al ritmo de los latidos como si de pronto se fuera a caer al piso, bebió su café con la esperanza de despertarse y olvidar las pulsaciones pero nada pasó, se vistió deprisa y tomó un taxi que lo llevó a urgencias del seguro social, aturdido y medio sordo en la sala de espera, encogía los hombros con cada latido que golpeaba su cabeza, después de un rutinario chequeo de pasillo le dijeron que lo suyo no era grave, que pidiera cita por consulta externa, de pronto el hombre rompió en llanto, atravesó corriendo la calle y varias avenidas, llegó a la silla de un parque, hundió sus dedos en su cabello y halándoselo con todas sus fuerzas pegó un grito al cielo con tanta angustia que hizo que la gente de los edificios vecinos se asomara por las ventanas, el chorro de sangre que llenaba las venas de su cuello martilló con más fuerza en sus sienes, nadie lo ayudó, llegó a pie a su casa, había deambulado toda la tarde por la ciudad como un zombi sudoroso teniéndose la cabeza, resoplaba entre los dientes una espuma espesa y brillante, buscó en su escritorio un lápiz y un sacapuntas decidido a romperse los tímpanos, puso el lápiz primero en su oído mientras con la otra mano sostenía con el brazo extendido un pisapapeles, apretó los dientes y medio segundo antes de golpear la goma lo detuvo el silencio, dejó caer todo y mirando como temblaban sus manos lloró, lo hizo hasta que se quedó dormido.

5/9/08

DAVID IGNACIO JARAMILLO

Dedicado a ustedes.

“En mi tosco arte u oficio”
Dylan thomas.

Dormido, en su Andrómeda o en su tauro distante,
De fragantes cuadras marrón y a ladrilladas.
Camina, y la tierra soporta sus pasos
como si hasta ella supiera; que le sería mejor
entregarse a ella que hacer lo que él hace.
Con una procesión de recuerdos sonora
y sin clarinetes, ni trompetas, ni tambores;
anida en los desgarrados bemoles de unos horneros

que se desangran entonando su misal
de comunión con la mañana y de cándido epitalamio,
como si le saludaran a él y a la neblina que se desfigura.
El cree que las rosas son lágrimas de arrebol,
o lágrimas del viento o mansiones del carmín.
Camina y hasta piensa que tiene rumbo
pero sabe que su alma está tan sucia,
que no importa aquí o allá y que donde quiere
buscar jilgueros encuentra cuervos que pinta
de celeste para que parezcan azulejos al menos.
Y pesca en los charcos de las alcantarillas
alguno que otro delfín que mas parecido a un envase
que desnuda creyendo que tienen brasieres.
Pero cuando mira la tapa del caño y ve a un hombre
con aguas negras y mierda hasta las rodillas, lo envidia
como si el vaho que lo rodea fuera una recompensa.
sigue envidiándolo cuando a él le toca enfrentarse
a esos universos intrincados o simples que sus big-bans
duran segundos o años que nacen y mueren siempre
en esos momentos de abstracción
mientras su madre gime y llora y se convulsiona
entre sus manos; mirándola a los ojos con amor
mientras ella lo mira con odio como a un pelele.

Envidia la carne del yugo que va cediendo con los años.
Al menos sus soledades son ignoradas por ellas mismas
Añora ser el condenado, con todo su cadalso de esparto
y hasta sus ahogados rictus de muerte desnucada.
Él sabe que es como una brisa que muriendo refresca
al burro con su ejército de moscas;
sabe que es un silencio de blanca que armoniza
una partitura, la coma que estando no está.
El es eco que rompe el inexpugnable castillo del silencio;
que es la revolución donde el monarca volverá monarca y soberano.
Como se detiene un gusano tranquilo,
que se come la barriga de un obeso,
o el escape de un remordimiento que vuelve a batir
sus grandes alas sobre la conciencia,
EL conoce la cadena y el martillo; pero sabe
que no es la mano, ni la intención
él es el estruendo que nace del golpe.

3/9/08

Todos los viajes a casa son diferentes, todo empieza con levantar el dedo y ya, una buseta frena y abre la posibilidad de moverme sin moverme, de avanzar en el delirio de las personas, de observarlas en sus disposiciones más ignotas, en sus palabras más fugases, no recorro calles, recorro personas que hacen la calle, que la mueven, la desdoblan y la espantan.

No hay un día en que el calle sea el mismo, aunque la ciudad siempre sea la misma, todos salimos cargados, unos con cuadernos y libros, otros con vaginas y penes, con mangos, salimos, sí, pero comenzamos a entrar en la carga de otros, así una mujer puede cargar, sin saberlo, la expresión más tierna y triste, pero entramos, sin permiso recorremos su ternura y su tristeza hasta que podemos decir que esa carga también nos pertenece y decidimos entonces cargarla. ¡Maldito soy yo que me permito cargar placebos! Maldito soy yo que recorro las calles y decido que cargar mientras otros no. De entrar y de salir se dibuja la calle, de entrar y de salir se dibujan los muertos, los automóviles, los niños en el parque.

Salir, ya estoy fuera de la buseta y dibujo mi segundo trazo ciudad, y mientras camino dibujo, pienso en cuantas personas en este momento están haciendo lo mismo, absolutamente todos al unísono construyendo una forma efímera pero permanente en un patrón de quietud, Manizales, patrón de quietud, cuantos seres moviéndose para que al anochecer todo siga lo mismo, para que una semana después todo sea lo mismo, sí, Manizales.

Mi itinerario de viaje, una cuadra arriba del Inurbe, esquina, zambullirse en la galería, comenzar a descender en rostros, cada vez más abajo y allí los rostros de la no oficialidad, de lo no legitimo y por lo tanto de lo verdadero, rostros aporreados en medio de frutas frescas, la galería de las imágenes verdaderas, una vez aquí la imagen es viva escurridiza y peligrosa pero no falsa, dos cuadras arriba de los pabellones de carne, una vitrina perfectamente dispuesta deja ver puentes y dientes dispersos por el azar que dispuso la fuerza de la mano de un dentista, los dientes y cajas postizas se reflejan en dos vidrios colocados en cada lado de la vitrina en forma triangular y he ahí la instalación perfecta, miles de dientes proyectados en mi ojo, si subes un poco la mirada encontraras el autor , el artista, un hombre viejo con un uniforme verde sentado en la soledad de su consultorio, casi inmóvil, tal vez me ve a través de sus gafas oscuras, o tal vez no, ese hombre define su vida en una profesión obsoleta, y eso me basta, yo me puedo ver en él, y de esta manera él me ve, me ve cuando me muestra uno solo de sus dientes.

Y así paulatinamente todo se ofrece, las imágenes salvajes haciendo recorridos momentáneos, el falo de Bolívar oficialmente ausente de la escultura en bronce al lado de la catedral insinuándose casi satisfecho en la versión que el lumpen hace de él, un recorrido de 7 minutos me demuestra que el pene de Bolívar , no está siendo devorado por los feligreses en la comunión del domingo, lo devora un hombre en la esquina del Bar Parrita cuando deja atrás la puta que llora y decide matar a otro hombre, lo toma doblegándolo fácilmente, se sienta sobre él y de una de sus manos sale la lamina que hace un recorrido pendular incrustándose en el cuello del que ahora agoniza inevitablemente , un dibujo de la calle que inmediatamente se borra para dar paso a la ciudad, Manizales, Bogotá, Medellín, Ibagué, todas disuelven la movilidad, en todas ellas se cercena el pene de Bolívar , en todas ellas se deja el pene sin ideas y a la libertad sin reproducción.