21/2/10

FERCHO








FELIPE LÓPEZ

La chica de la casualidad


Hay un reloj árido, quieto, de manecillas que hacen una y
Y sus baterías reposan en la resurrección que puede dar una nevera
El frió del ejercicio para resucitar las muertas fuerzas del trabajo
Y sin mi tiempo para llegar a tiempo y mi reloj chino ya no da tiempo,
Espero postrado, sin mi alcancía de marrano, asesinado por mi martillo,
Con mis manos temblando por tal asesinato tan cobarde
Y solo miedo por el otro asesinato que voy a cometer contra mis pulmones
Por q no tengo dinero y quiero fumar y fumar impunemente
Y salgo a la ciudad con cigarrillos a buscar el destino sin destino
Con el corazón con ganas de venderlo en promoción a una carnicería
Y ya, aparece los metros de casualidad las escaleras de casualidad la esquina de casualidad,
Y mis ojos, mis ojos son los mas viles por traicionarme por ver casualidades
Arrugado y exhausto, con un dólar en mi billetera, la vuelvo a ver
En el césped de mis huellas converse, en el pavimento de olor a gasolina,
La chica de la casualidad aparece y aparece sin yo pedirlo
Aparece con la ignominia de no toparme en sus desprecios,
Dos átomos de sueños temporales se reencuentran ,se desencuentran, se reencuentran,
La cita que nunca fue pactada por escrito, la cita de unos pocos segundos,
La persecución inocentemente ciega, la dirección justa para encontrasen dos cuerpos,
La chica de la casualidad no cree en casualidades y olvida anécdotas
Y yo, el transeúnte perdido en su tiempo que ya no es suyo y el reloj que lo lleva a su casualidad,
La chica de la casualidad me dice adiós que se volverá un hola en otro día..
Vuelvo a mi casa con el horror de la mística y la taquicardia
Nada ha cambiado, sabiendo que la chica de la casualidad aparecerá
En la matemática de la infamia en la cuantificación de los hechos
Y seguirá y seguirá mendigando casualidades…



7/2/10

Lukas Gutiérrez Montoya


Sentado entonces, pretendiendo siempre, que por miedo jamás me atreví serlo, escribí líneas que provinieron de la nada, quizá desde el mismo silencio que la vida forjaba cuando uno la contemplaba.
Era cruel, los sueños se marginaban por repentinos recuerdos que causaban dolor; era el silencio que solía oír un mártir, un inocente que jamás quiso toparse con verdades, ésas encrucijadas que erigían filosofías para que los hombres más tontos o más osados las dilucidaran.
Implacable este dolor como fuera, nunca por obra divina el frío que nos hacía acurrucar en el lecho era arropado. El frío y el corazón encrespado eran la prueba del silencio que acogían al universo.
Los mártires fueron aquellos que actuaban sin fe, porque sabían de su pena. Pese al silencio que siempre acosó nuestros corazones, y a ese vacío interminable del que sabíamos ninguna divinidad iba a pronunciarse, terminábamos siempre por caer rendidos ante un ruego que repentinamente nos devolvía la fe, al menos hasta que el miedo se alejaba de nuevo. Si, éramos demasiado hombres. Sin embargo, otros prefirieron entregar su vida, crucificados por sus propias dudas, desangrados por su orgullo y su terquedad; Entregados al nefasto vacío que los entristecía... muertos por esa, su fe.
Al final todo era una tontería.

Miércoles, 22 de agosto de 2007.
3:46 AM.

1/2/10

Betty Cárdenas

                                                                 Dolofonía



Floresence
              


Danza de lunas rotas





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