14/5/10

6/5/10

Jansel Figueroa Mena


















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Kcoruam

Nadie está ahí

Nadie algún día caminó por los caminos de piedra que llevaban a la nada
pero el camino no termina
ni comienza
el camino no existe
ni la nada
Nadie habita sin estar, nadie duerme en donde no sueña
ni sueña, ni siquiera duerme…
Nadie escuchó las risas, nadie escuchó los llantos,
nadie escuchó lo que la quebrantada alma gimió a la nada.
Nadie sabe lo que pensamos, por eso nadie es el culpable de nuestros fracasos, de nuestros merecidos errores, que nadie se merecía por no habernos advertido.
Nadie nos vio crecer, nadie sabe lo que somos
lo que fuimos o lo que no seremos.

Nadie está en ese lugar que guardamos toda la vida para alguien
nadie ocupa el vacío de nuestros agujereados huesos, allí donde se siente el frio de la calle y donde se consume nuestro esqueleto en el devenir de los años marchitos.
Nadie vaga en las calles mientras llueve, entre cada bocanada de vapor que se condensa en la frialdad fatídica de un paso más y de una equis menos para la cuenta.

Nadie nos sorprende en cada esquina
nadie infunde más el miedo a través del silencio y de las cartas que se desvían de su cauce.
Nadie estará cuando el corazón precise del calor de una compañía
nadie mirará nuestra cara cuando el cáncer nos ate a unos kilos de tela en forma de rectángulo.
Nadie nos vigilará al lanzar la piedra y esconder la mano en el bolsillo
nadie le contará al mundo de nuestro bolsillo, pero el sordo mundo escuchará con toda su atención prestada a nadie, por ello el eco de las palabras será como el opus a la nada, como un relámpago sin luz, ni electrones, ni ruido…
Nadie está cuando lo necesitamos y escucha lo que no expresamos
nadie sabe lo que soñamos, nuestros más insondables deseos, nuestros más mórbidos caprichos
nadie es perfecto
nadie nos acompañará hasta la muerte y dormirá en nuestro ataúd, nos cantará una canción de cuna, una cuna con un bebe muerto y un sonajero
nadie con un pañuelo limpio será quien seque la aridez de las lágrimas que jamás estos necios ojos derramaron
por ello es que nadie se merece el amor que no tengo para dar y los besos que perdí en el camino hacia la nada
para llevárselos conmigo mismo, de los labios que mordí mientras nadie me abrazó con sus frías manos y con su tenue voz me dijo las cosas que jamás escuché...