13/9/13

Felipe López



II

Quiero corroer a los buques que desataron mis palabras: hundir el cielo, porque soy faro de galaxias, la luz de lo indefinido. Cartas marítimas no olvidan que fui agua, corriente de gritos, relámpago de todas las latitudes, tramontanas que golpean mis costillas, zona abisal, círculo: rosa de los vientos, dirección de vientos mutilados…

Con una tremenda náusea anticipada se alejan los buques, se abren las escotillas,
las bocinas de los barcos despiertan a los fantasmas, y piratas se anclan en el norte,
en el norte estrella Polar que iluminó argonautas, filibusteros, y todos inermes, babas de los dioses, se hunden de primitivos relatos, se hunden en La gran ola de Kanagawa.

Todo es un gran estallido de la rabia, zozobra, abandono a los seres sin lágrimas. Insensibles.
Embestidas marítimas en los acantilados, un devenir de dos dimensiones azules
que tratan de juntarse. Quizás en el horizonte se unifiquen, y el sol se dé un chapuzón de atardecer, la lluvia acaricia al cielo liquido, y todo lo evaporado vuelva al inicio. Todo es movimiento, arriba, abajo, burbujas estallan, nubes contra nubes,y un relámpago aparece, como si fuera una gran cuerda entre las dos dimensiones.

(Ah, el arpegio de las olas, sonidos, y nubes negras recuerdan al marinero portugués
cuando navegaba hacia el Porto de santos y su barco se hundía en una tormenta voraz.
Resignado gritaba lo indescriptible: Saudade, saudade. Fue la única vez en toda su vida, que una palabra lo salvó.)

Tortugas de los Galápagos llevan en sus caparazones los átomos de la génesis incierta. Encallar la lengua, oscilar entre los silencios, abdicar el mar donde se ahoga el cuerpo.
Me abandona el mar, y me queda las arcaicas branquias y todo volverá al inicio.
Seré de nuevo un pez marino. Eterno.
Marooned , Marooned


Ilustración: 

Hokusai, La gran Ola de Kanagawa