30/12/13

Damian Salguero



ODISEOS BLUE’S. POEMAS TATUADOS EN LA PIEL DE UN CABALLO DE MADERA

Ciclo Primero: Julio.
CARTA PRIMERA.
<< EL NACIMIENTO.  >>


Fragmento 



.1 Yo nací en una ciudad imaginada por algún ángel borracho
que peleaba con el cantinero por una mujer que no recordaba su nombre,
que no recordaba su vuelo, ni el color de sus cielos.
Yo nací en la ciudad imaginada de un ángel
que nunca conoció el amor.
Nací en la imagi-nada ciudad donde Penélope
solía cantar y dibujar en las líneas de mis manos
notas al azar, puñaladas al azar.
10 a.m. -----------------------------------------------------7 de julio 20B 2
(Hora y día en que conocí a Penélope)
A Penélope la conocí un día antes de que ella se fuera a la guerra a enterrar los naufragios de la memoria, estaba vestida de jeans, con algunas flores en sus dientes, parecía una niña que recorría las calles sin afán alguno. Ella me sonrió y secuestró mis labios en un tiempo sin nombre que se atomiza en la memoria, ella hablaba escandalosamente mientras yo reía a carcajadas y escarbaba en su piel los imperios de sus padres que eran hechos de arcilla y agua.

Fuimos felices jugando con sus acuarelas, con el cabello que arrancaba de mi cabeza con sus dientes, construimos nidos entre las sombras de las casas y mis huesos, jugábamos en los arenales del barrio, en los columpios rotos por tanta lluvia de algunos diciembres sin nombres, Penélope vestía un traje de marinerita, otro minuto después estaba seca como el desierto, y se mojaba con su saliva, se revolcaba en la calle, montaba su bicicleta y aceleraba, jugaba, reía, se tiraba a sus calles, sus carreras, se tiraba contra las iglesias, era una niña vestida de ponqué, se vestía con el poema de algún silencio de bahareque, de barro, con una tela de papá canta cada cosa cuando caigo en los vientos del sol. En mis huesos crecía su angustia, en mis huesos crecían torcazas y tortugas, crecía la maleza y la selva, en mis huesos creció una montaña que se extendía en el diámetro de mis pupilas.
En las horas de la tarde, nuestras madres nos invitaron a comer. Comimos tranquilos. Nuestras madres se miraban, hablaban sobre amores y planetas, hablaban de mi destino y el de Penélope, nos aseguraron que viviríamos felices por siempre. Mi madre se detuvo en el color de la ausencia. Igual la madre de Penélope. Callaron. Se vistieron con las flores de algún jardín vecino. Bailaron ellas juntas, mientras Penélope y yo jugábamos, sus rostros parecían planetas incendiados, cantaban con fuerza, se congelaban en un vacío de hidrogeno y cafeína, nuestras madres parecían cascadas que cantaban con el viento del primer día de julio. Penélope me quitaba los huesos con sus dientes. Me sembraba en un jardín. Me desenterraba, me miraba, luego me volvía a dibujar y resucitaba en sus ojos de luciérnaga morena.

Cuando terminamos de jugar nos sentíamos cansados. Nuestras madres nos cargaron. No me pude despedir de Penélope. Cuando íbamos en el bus, mamá dijo que me iba a extrañar, que iba a pensar siempre en mí. El amor –dijo ella- es un pedazo de eternidad que dura un segundo amorcito. El bus seguía andando y la ciudad que estaba detrás de la ventanilla fue el primer golpe. El más duro. Ese golpe me envejeció veinte años, mi madre ya no me cargaba, me salía barba y quedaba solo ante el mundo. Sé que a Penélope le sucedió lo mismo cuando vio el mar por primera vez y zarpó a alguna guerra. Recuerdo que mamá me dijo que Penélope se iba para la guerra a desenterrar las arterias de la muerte. Quedé solo y dormido, y soñé que Penélope estaba montada en una nave, vestida de marinerita, atravesando un mar que ya estaba seco


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1 Toda historia tiene un punto inicial, es necesario marcarlo. Este es mi punto inicial (.) Todo parte del silencio (.) Deviene palabra y luego se vuelve universo, este es mi primer universo. Mi canto, la canción de una lira eléctrica, yo soy Odiseo, el que narrara la rapsodia ciega de mis milenios guardados, este es mi punto inicial, y el resto llegara por añadidura.
2 B = 13, la morfología de ambos signos me pareció curiosa y a su vez juguetona.

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