11/4/10

Camila Narvaez
















En lo hondo de este poso
Tuve la suerte de encontrarme
Con un miserable
De harapos corroídos por
El moho.
En los trazos de sus gestos dolorosos me perdí
Por un momento.
Su boca seca y sus labios sangrantes
El hedor de las palabras muertas jamás
Me había sido tan indiferente.
De sus cuencas colgaban dos hoyos negros
Desgarradoras pupilas vibrantes de ira
Y una mano empuñando el espejo.
Pobre miserable; su corazón arrugado
Destilando aquel humor sagrado
Vino de una cosecha que aún no he recogido.
Pobre de aquel hombre; tan ruin y pestilente
Su carne se ampolla y el con sus huellas arrugadas intenta
Ponerla en su lugar.
Y a mí en un acto de condolencia solo me queda
Llorar por él.
Entonces El hombre me sonríe; y yo sobrecogido
Por tal ironía levanto mi mano
Y la estallo contra su mejilla.

Vaya amarga sorpresa la que me llevé
Cuando el agua me empapó el rostro.

1 comentarios:

Alberto Ortiz dijo...

El crimen de Narciso no fue la vanidad, sino, no haber aprendido a nada de chico.

Muy buen Poema Camila, como casi todos los que he leído.
Un saludo