5/11/09

SEBASTIAN ARANGO RESTREPO


En las calles de mis viernes de no compañía.

(De colección no coleccionada de poemas estúpidos)

Me compadezco de la calles cuando están solas, no solo porque están solas, sino porque tienen frio y un techo negro que les moja los ojos con la desconsideración de estar solas,

También les moja el cuerpo sin preguntarles si ya se bañaron o lo prefieren luego. ¡Maldita imprudencia del cielo gritan los policías!

A las calles no les gusta mirar hacia arriba, y hacia abajo… no sé. Pero si se que los ojos de las calles todavía no han girado lo suficiente como para dejar de ser calles y convertirse en cielo para otro espacio.

Pero a las calles no les gusta tener que mirar las intimidades de los autos y las estupideces de las plantas que la pisan. Claro que no faltan los carros que se bañan de sexo y placer cuando se le exhiben desnuda e indecentemente a los ojos de las calles.

Es por esto que las calles se han tatuado un prohibido parquear, y han contratado molestias azules y comprado parqueaderos para ubicar el disgusto que les provoca tener que mirar la revelación de estos. Es por esto que están solas, porque solas nacieron, porque son negras y después de broncearse con 12 pm de “no mirar fijamente, hace daño” mudan su negro a un pantalón lavado.

Las calles en la tristeza eléctrica y lamentable, preguntan con llantos en la boca después de sonarse las narices y abrirse la vida, ¿Qué será del olor que nadie ha olido, que será del lugar que recibe el tiempo cuando este pasa, que será de las palabras que no se quedaron y de las que se fueron, que será del papel higiénico, que dirá este cuando le cambian su color y cuando lo hacen choco listo al final de la tasa? Las calles, solas tristes y mirando lo que las pisa. Estas son las palabras de mis viernes de soledad, este es el sudor de las calles que mi soledad respira y termina por conversarme. Este es la voz en pasajes franceses como el que hoy se pregunta ¿Qué hacen estos hombres con ellos mismos?

3 comentarios:

Anónimo dijo...

bien cronopio

Anónimo dijo...

una vez hablando con una calle ella me dijo que junto con su soledad en una noche de viernes habian sido testigos de que el parpadeo de un sapo habia ocasionado la salvación de una vida infantil, pues este lo habia sensibilizado a tal punto que el niño olvido su pelota en medio de la calle absorto en la contemplación de aquel parpadeo anfibio, perdio su pelota y gano su vida; la soledad se habia quedado atonita por aquel suceso, que no volvio jamas a hospedarse por aquella negra calle.

Anónimo dijo...

me gusta el segundo comentario, mas que el relato.