6/11/09

ORLANDO CRAMER





















Aquiles

Erguia su enorme cuerpo como un viejo cedro.
las brisas gemían y la tierra vibraba no por su enorme musculatura
porque en su pecho dormía un fuego abrasador que hasta la historia curten las cenizas del viejo Héctor.
Su pecho es tan adusto como la sombra de una mentira.
la cacería de un hábil pillastre, la muerte del otro cuerpo donde dormía el corazón. Agrandaron la falacia de su propia grandeza.

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