2/1/09


La 50


Cuando estoy desesperado busco excusas, algo forzado, pretextos, citas de antemano concluidas, palabras rígidas, tiesas, casi muertas, o camino a la 50, calle recta, también rígida, me es de especial afecto porque en ella puedo ver el rito civilizado de la muerte, el sarcófago que sale de la funeraria, la familia que llora, Voy al entierro, compro flores para colocarlas en alguna tumba vieja, pero no cualquier tumba vieja, debe ser especial, siempre dejo las flores en una bóveda de los últimos años 40 o toda la década de los 50, trato de hacer un tributo patético a alguien que no se quien es, ni como murió, no me intereso lo más mínimo por averiguar sobre la vida de los muertos que visito, me satisface el hecho morboso de saber solo el año de su muerte y su apellido, aunque saber su apellido es ya saber suficiente, liberal, conservador, comprendes.


Cuando estoy desesperado invento historias como estas, busco cosas que me inventen a mi tomando café en cualquier lugar, hablando con una mujer menuda de cabello castaño, de rostro angular y bello que porque no, me recuerda el "éxtasis de santa teresa”, construir una ficción tan aguda como para oriente el barroco, una ficción que no sea falsa pero que no exista, una ficción de mujer que me saluda y me escucha pero que no existe, una mujer que existe pero que me anula, ella existe para mi en la en la misma forma en que yo no existo para ella.


cuando estoy tranquilo, duermen los gatos fucsias en camas construidas de alas de mariposas amarillas, cuando estoy tranquilo el mundo es real, si, es real, no invento nada, ni a esa mujer de cabello castaño de rostro angular y bello que ahora me abraza.


Cuando camino, porque caminar es también un estado de ánimo, no me preocupo por los hombres que posan en la aceras(no se paran, posan) colocan ahí su accionar dramatúrgico, su simbología creada por un canalcito nacional que es la mía también, pero que hago la salvedad de que la mía posee algunos atenuantes, algunas ficciones, algunas mujeres; acepto que soy todos, incluso mis ficciones y mis mujeres son todos, pero siempre existe un truco, un acto mágico que desequilibra lo que me hace ser todos y me hace único, un segundo de soledad bien ganado, incluso una hora, antes de ser nuevamente todos. Hay que construir la propia soledad de pedasitos de tiempo y de libros, construirla despacio sin afán, de terrones de cine y de vida.


Alguien sube a un autobús, se detiene un instante después de pasar por la registradora, piensa en el lugar que debe ocupar en el bus, solo hay dos lugares posibles, uno está ocupado por un anciano y el otro por una mujer joven de rostro triangular, cabello largo un poco despeinado, solo lo que logren peinar dos pinzas que cuelgan desganadas, el anciano es blanco, de figura menuda y tiene puesta una chaqueta violeta con una flor amarilla en el bolsillo derecho.Ese Alguien camina por el medio de la fila larga de asientos, ya ha tomado la decisión acerca del puesto que quiere ocupar, deja atrás el sonido puntual de la registradora, al sonido corresponde un número, su número, el número, mi número, 15 lee el hombre que recoge la registradora y la sube a un camión de reciclaje después del accidente.Antes y después en la 50, dos cuadras mas abajo o tres o en la mitad, no importa, antes y después en la 50.

1 comentarios:

Diego dijo...

Siempre es un placer volver a estos parajes. Suelo pararme en los relatos que, como este, me llevan a algún confín de locura e incertidumbre. Me alegro de que esta página siga creciendo con tantas buenas obras. Un abrazo.